A partir del epígrafe de Borges: «Ya no recuerdo si fui Abel o Caín», estas «ligeras desviaciones de la mirada con respecto a la línea central de la historia de la filosofía» contenidas en Historias falsas, se desenvuelven con absoluto desenfado en un ámbito que emparenta a su autor con una tradición fronteriza que, además de la impronta borgeana, lleva la marca de Kafka, Michaux, Monterroso y Vila-Matas, entre otras plumas de la levedad. Para mayor precisión, las nueve narraciones que conforman este volumen tendrían su origen, según confesión del autor, en la «curiosidad de entender de qué modo la ficción (verosímil o no tanto) se puede apoyar sobre un fragmento de verdad hasta el punto en que todo se mezcla y se torna uniforme». Tras esta revelación, resulta evidente que la poética en Historias falsas apunta a la construcción de una narrativa con acento camaleónico, en la medida en que intenta fundir la realidad con la ficción, la filosofía con la historia, en un arriesgado juego de prestidigitación que aleja al lector de los contextos inmediatos para transportarlo entre los suaves meandros de una intriga donde la acción narrativa cede el paso a la evocación contenida entre líneas. —MARIO GALLARDO.
Su lenguaje y la subversión de los géneros convierten a Gonçalo M. Tavares en uno de los escritores europeos más innovadores. José Saramago vaticinó: «Ganará el Premio Nobel en menos de treinta años. No tiene derecho a escribir tan bien», y Enrique Vila-Matas le considera «un genio de inmenso futuro».