«Cuando voy al laboratorio de Mengele, me duermen, así que cuando salgo no me acuerdo exactamente de lo que ha pasado. Al despertarme es mi cuerpo el que habla y me lo cuenta.»
Lidia tenía solo tres años cuando llegó a Auschwitz - Birkenau con su madre, sus abuelos y su hermano adoptivo. Eran de Bielorrusia; su «crimen»: apoyar la resistencia partisana a la ocupación nazi. Lidia fue elegida por el doctor Josef Mengele para sus experimentos y enviada al bloque de niños donde sobrevivió a dieciocho meses de infierno. Inyectada con virus letales, terriblemente desnutrida, estuvo al borde de la muerte. Su madre, que arriesgó su vida para visitar a Lidia en secreto, era su único vínculo con la humanidad.
Cuando Birkenau fue liberada, su familia había desaparecido. Incluso su madre fue dada por muerta. Lidia fue adoptada por una mujer del cercano pueblo de Oświęcim. Demasiado traumatizada para sentir emociones, no era una niña fácil de cuidar, pero llegó a amar a su madre adoptiva y a su nuevo hogar. Más adelante, en 1962, descubrió que sus padres biológicos aún vivían en la URSS y querían recuperarla. Lidia se enfrentó a una angustiosa elección...
La niña que no sabía odiar es poderosa, conmovedora y, en última instancia, esperanzadora, ya que Lidia acepta el pasado y encuentra la fuerza para compartir su historia. Sobre todo, se niega a odiar a quienes la hicieron sufrir tanto, y dice: «El odio solo trae más odio. El amor, por otro lado, tiene el poder de redimir.»