“¿Ya ves lo que hacen por nosotros las simples violetas? No debemos despreciarlas que también hay gentes como las violetas”
Ramón Amaya Amador agrupó estos cuentos y relatos cortos bajo el doble título de “Las violetas del hambre” y “La Abanderada”.
En ellos nos presenta historias cotidianas de nuestro pueblo, convencido que “en la vida de cada persona, por muy insignificante que ella aparezca en la sociedad, algo positivo debe tener”.
El “Cronista del Pueblo” nos plasma con su acostumbrada crudeza, la brutalidad de una sociedad patriarcal (Como de hierro oxidado, La niña que no existía), opresora y violenta (El niño dios visita la sierra, La abanderada, La mula que fue fusilada) en donde hasta el amor se esconde (El Nido, Tres estancias y un amor incomprendido, Cuando a deshora se busca el amor).
Sin embargo, los sueños y las ilusiones, la abnegación, la dignidad, el patriotismo y sobre todo la conciencia de la condición humana, sobresalen a través de los obreros Amaru, Lucas, la maestra Tonita, el indígena Chilacao y su familia, María del Carmen y la niña Eugenia Rosas, Samuel, el muchacho campesino, Lucas el niño-maestro, verdaderas violetas del hambre en busca de “una salida humana” a su fatalidad.
En definitiva, nos dice Amaya Amador “que sobresalga la vida” y “el amor del lector a la vida y a la lucha por ella”.