El meteórico ascenso al poder de Hitler, el férreo control ideológico que impuso en Alemania, su popularidad frente a las masas y la eficaz maquinaria bélica que puso en marcha constituyen aspectos de un proceso cuyo éxito dependió, en buena medida, del trabajo realizado por su círculo íntimo. Éste estuvo formado por militares y burócratas que, seducidos por la personalidad de su Führer, le profesaron una lealtad casi fanática. Sin embargo, aunque todos ellos compartían las ambiciones y sueños de grandeza de Hitler nunca formaron un grupo unido: el carácter tortuoso de su relación los llevó a enfrentarse, conspirar y traicionarse entre sí en un esfuerzo por obtener los favores del hombre que pretendió dominar al mundo.
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